El otro día me invitaban, en un medio especializado, a hacer una reflexión sobre el Branded Content, una forma de comunicación que tiene tantos años como Popeye y sus espinacas.
El Branded Content es tan viejo como la publicidad. Las acciones de entretenimiento, por parte de las marcas, han existido casi desde siempre, pero no siempre han sido tan necesarias como hasta ahora.
¿Por qué? la razón es simple y tiene que ver con la cantidad de impactos publicitarios que recibimos cada uno cada día: más de 3.000; y también tiene que ver con el poder transformador de las historias a la hora de alojarse en nuestra mente con mucha más precisión.
Porque es que, cuando cuentas algo y para contarlo utilizas una historia, trasciende, se queda impreso en tu memoria de manera natural, y posiblemente hasta la compartas una o cien veces, con amigos, con familiares, con colegas…
Antes, los mensajes publicitarios eran unos cientos, y a base de bombardearnos con ellos a través de los anuncios, las marcas conseguían alojarlos en nuestra mente.
Hoy, o cuentas una historia, o tu mensaje publicitario quedará diluido en ese mar de 3,000 mensajes diarios. Sí he dicho 3000, está en muchos estudios.
Por eso hoy sí (al fin) ha llegado el momento del Branded Content, ha llegado el momento de las buenas historias, de esas que crean audiencia… sin necesidad de comprarla.
Esto no significa que las marcas solo tengan que hacer acciones de Branded Content. El entretenimiento es un “además” necesario a día de hoy para cualquier marca que no quiera pasar desapercibida entre esos 3000 mensajes que nos impactan cada día…
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